Enrique Castillo. Archivo Histórico Ferroviario. Seguir leyendo Escribía el francés Patrick Modiano que “vivir cerca de una estación te cambia completamente la vida”, ya que “tienes la impresión de estar de paso”. Aunque en algunas de ellas, la vida allí no transita, sino que permanece. Lo sabían bien aquellos ferroviarios que trabajaban y vivían con sus familias en algunos de los edificios que fueron construidos en apeaderos. Edificios de piedra como el que aparece en la imagen, que corresponde a la estación que se encontraba entre los concellos gallegos de Ordes y A Pontraga. Una obra de Ramón Cortázar de Urruzola que se levantó en 1943, siguiendo el mismo trazado que el propio arquitecto concibió para otra estación lejos de allí: en Azpeita. La comarca de Ordes logró crecer gracias a la actividad que proporcionaba el llamado “Directo de Galicia”, que cubría el tramo entre Santiago de Compostela y A Coruña correspondiente a la línea ferroviaria que unía Zamora y A Coruña. Un servicio clausurado en 2008, aunque aquí comenzó una segunda vida como escuela taller y área recreativa de un sendero natural que une Santiago de Compostela y Cerceda.