© Wirestock / Getty Images Olomouc, la gran desconocida +internacional Texto JUAN LUCIO Vista panorámica de Olomouc, capital histórica de Moravia, que está a poco más de dos horas de Praga en ferrocarril. Seguir leyendo Son las ocho de la mañana y la actividad es frenética en la estación de Praga: Hlavni Nadrazi. En una de sus vías está a punto de salir el primer tren del día, de la compañía Leo Express, que conecta la capital de la República Checa con Olomouc, una joya barroca poco conocida. El viaje dura dos horas y veinte minutos, con atractivas paradas intermedias en Kolín, Pardubice, Ustí nad Orlicí y Zábreh na Morave. Antes de partir hacia la capital histórica de Moravia, es hora de recordar, en el asiento y tomando un café, cómo ha sido la visita a Praga. Un destino clásico que no deja de sorprender al visitante que llega a la ciudad de las mil torres. Los recuerdos se agolpan en la retina y en la memoria del móvil en forma de foto: Puente de Carlos, el reloj astronómico de la plaza de la Ciudad Vieja, el cementerio judío, la plaza de Wenceslao, el castillo… Ya en ruta, la primera parada es Kolín. En el horizonte sobresalen las torres de su gótica catedral de San Bartolomé, cuyo campanario sirve de mirador. A sus pies, la plaza de San Carlos, con el ayunta-miento, y en la parte antigua de la ciudad, la sinagoga renacentista del gueto judío (s. XIV-XV). Además, es recomendable subir al tren de la remolacha, un ferrocarril turístico, de vía estrecha, que reme-mora la recogida de esta hortaliza en la región de Polabí. ‘Art déco’ y pan de jengibre El camino prosigue hasta Pardubice, cuya estación es un ejem-plo del funcionalismo de posguerra, con ladrillo rojo en fachada y amplias salas en el interior. Los atractivos arquitectónicos se multi-plican en esta ciudad a orillas del Elba: su radiante castillo renacen-tista, en pleno centro, alberga diferentes exposiciones y colecciones; y los molinos automáticos, construcciones industriales rondocubis-tas de principios del siglo pasado, el art déco checo, se convertirán próximamente en centros de arte moderno. Pardubice también está ligada a las carreras de caballos, a su festival internacional del vino y al pan de jengibre, la delicatessen local. En Ústí nad Orlicí, cerca de las montañas de Orlické, la natura-leza luce esplendorosa. Su estación cuenta con uno de los edificios más antiguos del país. Ya en la ciudad, no se debe pasar por alto su pintoresca plaza de edificios barrocos y el museo municipal en el Art Nouveau Villa Hernych, con su colección de belenes. Desde aquí parte la línea que conduce a Wroclaw (Polonia). Y en el corazón de Zábreh na Morave, penúltima parada antes de Olomouc, se encuentra la plaza de Masaryk, con su singular fuente, la columna de la peste o la iglesia de San Bartolomé. Una columna monumental con 18 esculturas Olomouc es una de las ciudades más importantes, artísticamen-te hablando, de la República Checa y una de las más antiguas del centro de Europa. Una urbe monumental con interesantes edifi-cios barrocos (iglesias, hospicios, palacios…), que la convierten en reclamo para los amantes del arte. Dos plazas centran la aten-ción. La Plaza Baja, con su columna mariana (del XVIII), y la Alta, con la columna de la Santísima Trinidad, de 32 metros de altura como agradecimiento al final de una epidemia. Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se tardó 38 años en levantarla y está for-mada por 18 esculturas y numerosos bajorrelieves. Tampoco hay que olvidar sus fuentes barrocas de temática mitológica, la catedral de San Wenceslao, donde Mozart encontró la inspiración para su sexta sinfonía, ni el auténtico reloj del ayuntamiento, cuyos restos están en el museo de la ciudad, porque prácticamente desapareció en la II Guerra Mundial. Desde Olomouc se puede conectar con Cracovia (Polonia), centro económico, científico y cultural de ese país; y también con Eslovaquia, si se va al Alto y Bajo Tatra, montañas ideales para prac-ticar el senderismo y recuperar fuerzas en los balnearios termales.