+de 200 KM/H Este barrio es una mezcla de cultura, entretenimiento, experimentación, emprendimiento y… arquitectura. Seguir leyendo Una cena en el barco restaurante Hermès (arriba) permite comprobar cómo los dos ríos perfilan el trazado y definen el estilo de vida de Lyon. Julien Roche (abajo), uno de los responsables de Heat, el lugar más desinhibido de Confluence. Subir a alguna de sus cimas ofrece una perspectiva única de la auténtica dimensión de la capital de la seda (y la gastronomía, cla-ro), pero también revela algunas de sus barreras. Y es que cuando se planteó la necesidad de que Lyon pudiera crecer, había que esquivar aquellas colinas. Cada ladera de esos muros, eso sí, “pisa” alguno de los dos ríos que en Lyon convergen: el inquieto Ródano (Rhône) y uno de sus afluentes, el parsimonioso Saona (Saône). Ambos caudales perfi-lan la Presqu’île (península) – el centro neurálgico de Lyon–, que, a modo de lengua, define el trazado de la ciudad y también su cadencia (no hay más que ver la cantidad de jóvenes que se sien-tan, con los pies colgando, todas las tardes a orillas del Ródano). Al sur de esa península, justo donde se funden ambas corrientes –que “abrazan la ciudad blanca como si fuese un tesoro, para nunca más soltarla”, como ya dijo el escritor Joseph Roth–, se encontraba un terreno que, en su momento, Lyon “había olvidado”, apartando allí aquello que la gente no quiere tener cerca. “Todo lo que no que-ríamos en el centro, lo pusimos en el límite de la ciudad”, afirma el arquitecto Thierry Roche, promotor de Zadiga Cité (10 Rue Vuillerme), estudio-laboratorio que promueve la transformación urbana. Curiosamente, este lugar se ha convertido en el sitio don-de, hoy por hoy, todo el mundo quiere ir: el barrio de Confluence. “Este distrito, junto a la antigua zona portuaria, era muy indus-trial. Había mucha prostitución y resultaba muy peligroso acercar-se hasta aquí”. Así describe el pasado de este lugar Julien Roche, responsable de comunicación de Arty Farty, asociación que con-cibe proyectos culturales diversos e inclusivos. Hace cuatro años pusieron en marcha una de sus ideas junto al Ródano, en una antigua fábrica de calderas de siglo XIX de Confluence: Heat (70 quai Perrache) un food-hall que durante todo el año se convierte en escenario de una intensa programación artística, cultural y gas-tronómica. “Un lugar para gente de mentalidad muy abierta, ya que todo el mundo puede venir aquí y ser y sentirse libre”, precisa Roche. Tan solo tienen que recorrer 15 minutos caminando desde la parada del tranvía, aunque la afluencia de gente garantiza que no supone impedimento alguno. Junto al Saona, se encuentra aquí otro de los hot spots del barrio… y de Lyon: Le Sucre (50 Quai Rambaud), imprescindi-ble para palpar la escena musical de la ciudad. “Uno de los loca-les nocturnos más populares de Lyon”, describe el chef Gaetan Gentil, quien en otoño trasladará su restaurante PRaiRial, que logró una estrella Michelin, hasta la Place Hubert Mounier en Confluence, “un lugar más propicio para nuestras pretensiones, ya que es uno de los distritos más ambiciosos de Europa”, precisa. Un patrimonio industrial recuperado Le Sucre se encuentra situado en la azotea de La Sucrière (48 Quai Rambaud), antigua azucarera de 1930 –con sus correspon-dientes silos– que, tras pasar al olvido en 1990, y tras la interven-ción en 2003 del arquitecto William Vassal, es ahora un espacioso lugar de eventos y exposiciones y, desde 2007, una de las sedes de la Bienal de Arte Contemporáneo de Lyon. Un edificio que confir-ma que este distrito es una maravillosa mezcla de cultura, entrete-nimiento, experimentación, emprendimiento… y arquitectura (de otros tiempos, de ahora... y de todo lo que esté por venir). No es el único edificio con pasado industrial que ha encontra-do nuevo uso junto a Port Rambaud, el que fuera puerto fluvial de Lyon. La antigua capitanía del puerto; el edificio de la Aduana; les Halles des Salins du Midi (hoy, restaurante)… fueron excusas suficientes para que, junto a ellos y en las orillas del río Saona, salpicadas de barcos a modo de viviendas o turísticos, no pocos arquitectos pusieran a prueba su capacidad de intervenir el paisaje. Construcciones, ya emblemáticas, como Le Cube Orange, apo-dado mimolette, uno de los quesos franceses más exclusivos, debi-do a su color. Este edificio octogonal de los arquitectos franceses Dominique Jakob y Brendan MacFarlane ya es un icono del distri-to, como también lo es su hermano, Le cube vert, sede del canal de noticias Euronews, concebido por los mismos arquitectos. El arquitecto Jean Nouvel lo tenía claro. “Confluence se con-vertirá en un lugar histórico”. Y no solo por esos icónicos cubos a modo de construcciones Lego. El propio Nouvel también levantó aquí, en 2019, Ycone, una torre residencial de 62 metros de altu-ra. Y su nombre se une otros que han dejado aquí también su hue-lla, como el estudio de arquitectura austríaca Coop Himmelbau, que concibió el Musée des Confluences (86 quai Perrache), Massimiliano Fuksas, que diseñó unas viviendas que recuerdan a los contenedores portuarios, Jean-Paul Viguie, que concibió el cen-tro comercial Confluence (12 Cr Charlemagne), tan sostenible que ni necesita aire acondicionado, MVRDV y su edificio energé-ticamente eficiente, Le Monolithe. El barrio experimental Seguramente muchos más llegarán, porque, como señala el chef Gaetan Gentil “el distrito aún está en construcción”. Y para imple-mentarlo in situ, a través de Zadiga Cité, el propio estudio de arquitectura y urbanismo de Thierry Roche, Atelier Roche, trabaja con la agencia de comunicación Esprit des Sens. Su directora de Desarrollo, Marie-Anne Momein, confirma que Confluence es “el centro de las transformaciones urbanas que imaginarán una nue-va forma de vivir”. Y es que “la ciudad del mañana ya se anticipa aquí”. Con edificios que generan energía positiva (producen más de la que consumen), y con propuestas urbanas que también “medi-rán cada año el índice emocional para asegurarnos de que quienes viven, trabajan o visitan Confluence se siente bien en el barrio”, señala Momein. Buena onda urbanística... y vital en un barrio de trazado complicado, que ha tenido que sortear –con sorprendente acierto– ríos, puentes, autopistas, líneas de tranvía... Aunque Lyon está acostumbrada a encontrarse en ese trazado laberíntico que se desenvuelve también entre sus calles, entre escaleras que trepar para alcanzar sus colinas o en alguno de esos traboules (pasadizos secretos) que inundan la ciudad y que permitían a los lioneses ir rápidamente de una calle a otra y poder así esquivar los muros que la naturaleza impuso.