+de 200 KM/H “Mi formación gastronómica es más escueta, y eso hizo que me forzara por sacar partido a lo que me era conocido”. Nacho Manzano, chef Seguir leyendo El chef Nacho Manzano (arriba) ha recuperado una estrella Michelin para Oviedo con la propuesta del restaurante NM. Abajo a la dcha., una de sus creaciones. Los hermanos Lobato, (de izda. a dcha. Marcos, Antonio y Juan Luis), junto a su padre José Manuel Lobato, en uno de los salones de Casa Lobato (abajo izda.). Tradiciones que se transmiten con especial orgullo (léase, cariño), y que hablan, por ejemplo, de compartir una “botellina” de sidra en algún chigre (sidrería) de la calle Gascona. Y también de degustar las moscovitas (pastas de almendra cubiertas de chocolate) de Rialto (San Francisco, 12), los bombones de Peñalba (Milicias Nacionales, 4) o los turrones (o los helados, las fechas mandan) de Diego Verdú (Cimadevilla, 7). Y de la obligatoria parada en La Paloma (Independencia, 3) para tomar el vermú y gambas a la gabardina. Y de no abandonar la ciudad sin ir a Camilo de Blas (Jovellanos, 7) para probar un pastel de nombre de carbayón. Tan arraigadas están estas prácticas de toda la vida que, por ejem-plo, “hay gente que cree que a los de Oviedo se les llama carbayo-nes por el pastel” y no por un roble grande y vetusto (carbayu). Así lo señala Paloma de Blas, en la confitería que lleva el nombre de su tatarabuelo, Camilo, y donde hace justo un siglo se “inventó” el típico dulce. De Blas dejó su carrera como química para ayudar a su padre, Juan José, con el negocio. Y así surgieron nuevos productos, pero respetando “lo que ya se ha hecho”. Además empezó el cami-no de la pastelería por las redes sociales, potenció el delivery, creó la Academia… Sí, la adaptación a los nuevos tiempos está dando su resultado; aunque... “me da más miedo que no haya relevo en el ofi-cio, que mi hijo herede el negocio”, confiesa. Oficios que se heredan La herencia es argumento constante en una ciudad donde el “Desde...” señala el poso de historia de sus negocios locales. También lo es para los tres hermanos Lobato (Antonio, Juan Luis y Marcos) que dirigen “el negocio hostelero más antiguo de la ciudad de Oviedo”, fundado en 1898: Casa Lobato (Av. de los Monumentos, 65). “Nuestro abuelo ya iba en moto a por pescado a la Rula de Cudillero en los años 50”, recuerda Marcos Lobato. “Toda una aventura para la época que resume una manera de trabajar que nuestros padres perfeccionaron y nosotros mantenemos”. Situado en la falda del monte Naranco, donde los ovetenses escapan para cami-nar entre muestras del prerrománico, Marcos visualiza así la apuesta gastronómica del restaurante: “Preparamos un steak tartar de ternera asturiana en vivo, mientras ves a las vacas y sus terneros pastando”. Sí, aquí el vínculo con el territorio se potencia; también en su preo-cupación por rescatar “viejos clásicos de la cocina, que a la gente le encanta degustar como antaño”. El regreso de la estrella Michelin Sobre la necesidad de recuperar, aunque, en su caso, también razas autóctonas, como el Gochu asturcelta, la Pita pinta o la Cabra bermeya, habla el chef Nacho Manzano, quien acaba de recuperar para Oviedo una estrella Michelin gracias a la propuesta que presenta en el restaurante NM (Víctor Chávarri, 2), situado en el espacio gastronómico Nastura, en el Gran Bulevar El Vasco. Estrella que para el chef supone “un granito más de arena” para apuntalar la “cocina de verdad” que se practica en esta ciudad, elegida Capital Española de la Gastronomía 2024, y en una región que es “una fuente de inspiración tremenda”. “Nuestra cocina es muy local, muy arraigada, que hoy es tendencia”, prosigue este chef que no oculta haber tenido “una cultura gastronómica más escueta”, que no fue óbice para esforzarse por “sacar mucho parti-do a lo que me era conocido, a los productos con los que me sentía identificado”. Festivales, galerías y un chigre cultural Se trata de hacer de la necesidad virtud. Es el mantra a seguir. Y así lo confirma David Cuerdo, quien codirige la sala de conciertos La Salvaje (Martínez Vigil, 9) y el Prestoso Fest. “Cuando eres pequeño buscas lo urbanita”, reconoce, pero “siempre he luchado por no pro-nunciar frases como ‘aquí no hay nada’, ‘la ciudad se me hace peque-ña’…”. Gracias a ello, ha encontrado (y promovido) “otro Oviedo que se desmarca de los clichés y las frases hechas”. Una nueva ciudad “con muchas posibilidades para enriquecerte, abierta a los valores, la tolerancia, los derechos, que plantea una dualidad, un nexo entre tra-dición y vanguardia, y donde hasta pueden confluir dos idiomas. Hay mucha gente preocupada por recuperar el asturianu”, recalca. La llegada de la Alta Velocidad a Asturias es otro estímulo. Para eso la ciudad lleva tiempo preparándose, con nuevos espacios que dan una vuelta a la Vetusta de Clarín. De la librería Matadero Uno (Pza. de Riego, 1), en el local de la antigua Ojanguren; al chigre cul-tural Lata de Zinc (Julián Cañedo, 4); la tienda de ropa y obje-tos Puru Remangu (Postigo Bajo, 1), o iniciativas como el festival de intervención mural Parees, la Noche Blanca, Link Fest, Ciudad Sonora, Arte Oviedo, SPA... Así lo afirma Mónica de Juan, propie-taria de Espacio 451 (Mon, 26), una galería donde une “un diseño contemporáneo con procesos de elaboración tradicionales”. Mónica no obvia la “larga trayectoria cultural de Oviedo, centrada en manifes-taciones artísticas de corte clásico”, pero también recalca que, desde hace una década, “la programación cultural se abre a otros campos de las artes más contemporáneos”. Aunque, en toda ciudad que decide abanderar la efervescencia, el cambio suele venir de la mano de un símbolo, y en el caso de Oviedo es el Museo de Bellas Artes de Asturias (Sta. Ana, 1-3). “Ha supuesto un importante revulsivo para la modernización de la ciudad, sobre todo a raíz de la inauguración en 2015 de la primera fase del proyecto del arquitecto Francisco Mangado”, apunta Alfonso Palacio, director de esta pinacoteca, cuya ampliación “supuso la incorporación a los dos edificios históricos existentes de otro nuevo y moderno pre-miado en diferentes concursos de arquitectura”. El nuevo museo, con su cubierta espigada frente a la catedral, es una declaración de inten-ciones que define el espíritu dual de la ciudad.