Texto Rosa Alvares Conocimos a Julián López (El Provencio, Cuenca, 1978) haciendo gala de un humor personalísimo y libérrimo en dos míticos pro-gramas de televisión (La hora chanante y Muchachada Nui). Un humor con epicentro en Castilla-La Mancha con el que el actor se reencuentra cuando regresa a su tierra natal: “Allí siempre se ha manejado esa ironía que oíamos por las esquinas a la gente mayor, y en la que se basaba el humor chanante. Cuando has crecido con eso, no te quieres separar de esa visión de la vida”. Ahora, nos hace reír de nuevo con Matusalén: una comedia dirigida por David Galán Galindo donde interpreta a un rapero cuarentón. Matusalén toca la fibra sensible sobre temas como las segundas oportunidades o la búsqueda de un sueño. La vida se ha contado desde el punto de vista de filósofos, histo-riadores, políticos… Pero la comedia es el vehículo perfecto para hacerlo porque, cuando se habla a través de sus ojos, remueve conciencias muchísimo más. En Matusalén interpreta a un rapero que ha pasado los 40. ¿Le preocupa el paso del tiempo? Cuando atraviesas cierta edad, es imposible no pensar que llevas un trecho recorrido y que lo que puede venir pueden ser cosas excitantes, pero también dolorosas. Sobrellevarlo no es fácil y al final hay que mirar para adelante siempre. En Matusalén frecuenta otra de sus pasiones: la música. Toqué en muchas formaciones y colaboré con Café Quijano, Marlango, Russian Red, Los Punsetes, Xoel López, Deluxe… Siempre tuve las orejas muy abiertas a muchos estilos, pero el hip hop me ha causado mucho respeto. En Matusalén, quería ser respetuoso; me lo trabajé mucho, y creo que lo conseguí. Luchar por nuestros sueños es otro de los viajes vitales que propone esta comedia. Eso se me quedó grabado a fuego del mundo de los raperos: ser auténtico, mantenerte fiel a ti mismo. Tienes que perseguir aquello en lo que crees, lo consigas o no. Porque lograr un sueño está en manos del universo, pero te vas a quedar más tranquilo si lo has hecho por ti, no porque te lo dicten otros. Y en un sentido geográfico, ¿es un buen viajero? Antes de viajar a algún sitio, ahora tienes un montón de informa-ción gracias a la gente que te cuenta cosas y a internet. Eso pro-voca en mí el efecto contrario: no quiero saber nada para seguir sintiendo lo que es estar fuera de casa y dejarme llevar. Hablemos de Cuenca, provincia donde nació. ¿Qué tiene para que merezca una visita? Tiene una capital pequeña, pero preciosa. En la provincia, las Torcas de los Palancares me conectan con algo espiritual. Conocí ese paraje por primera vez de niño, y todo me parecía más gran-de aún. Era una época de despertar artístico, sexual, amoroso… Merece también la pena el circo romano de Segóbriga: como actor allí siento algo especial. Descúbranos su pueblo natal: El Provencio. Tenemos un puente romano y una iglesia curiosa. También hay murales de grafiteros gracias a la Feria Internacional del Cómic. Y, conectando con la gastronomía, han abierto una hospedería en una antigua bodega que conocí de niño. Sin olvidar el vino Canforrales, D.O. La Mancha, bastante rico. ¿Y cuáles son esos platos manchegos con los que Julián López sueña en Madrid? El ajoarriero o el morteruelo. Los he comido mucho en mi pue-blo. Asocio mi tierra a la caldereta de cordero, guisada por mis ancestros y que estaba para chuparse los dedos. O las gachas y las migas, comidas muy de campo y riquísimas. Por último, ¿nos recomienda una experiencia inmaterial antes de dejar Cuenca? No hay nada comparable a andar por uno de los pinares de El Provencio, y oír solo el crujir del suelo bajo tus pies, el aire que mueve las hojas… Ese vacío en el que parece que entras es impo-nente, algo que te conecta con tu interior. © herraez/Getty Images Las Torcas de los Palancares, en la Serranía de Cuenca, unos asombrosos hundimientos de terreno con forma circular originados por la erosión del agua.