DRAMA FERROVIARIO Por José C. Vales EL RELATO José C. Vales (Zamora, 1965) es escritor ganador del Premio Nadal, filólogo y traductor. Enseñar a hablar a un monstruo (Ediciones Destino) es su último libro. Seguir leyendo Como director gerente del Servicio Integral de Infraestructuras Ferroviarias de la Sección V de Valdemusgo y del Tren Turístico Peña Horadada, me veo en la obligación de dar cuenta pública de los graves per-cances acaecidos la semana pasada y que han supuesto, desgraciadamente, la suspensión temporal del servicio. A principios de verano, como todos los años, se pro-cedió a adecentar el apeadero de Valdemusgo Pueblo, a cuyo aparcamiento llegan numerosos visitantes todos los días y, con predilección, los fines de semana. Se abrieron las taquillas y la pequeña cantina, que sirve desayunos y menús campestres. También, como corresponde, se actuó con la mayor diligencia para poner a punto nuestra que-rida locomotora 80-DB 63338 Roco y sus cuatro vagones rojos. Tanto el jefe de estación como el maquinista y todo el personal del Tren Turístico Peña Horadada estaban en sus puestos el día de la apertura de la temporada, hacien-do gala de una profesionalidad indiscutible. En los días previos, además, se había procedido a un exhaustivo reconocimiento de las vías en todo su reco-rrido. Nuestro querido tren, que sale del apeadero de Valdemusgo con puntualidad ginebrina, recorre unos verdes campos de maíz y prados con vacas coloradas antes de adentrarse en un desfiladero rocoso, desde don-de asciende por la ladera herbosa, entre alcornoques, hasta el mirador, donde el tren tiene una parada (treinta minutos) y donde los turistas disfrutan de las bellas vis-tas del valle. Rodeando la montaña, las vías se internan luego por el túnel y salen a la parte oriental, por donde discurre el trayecto apaciblemente (salvo por un paso a nivel perfectamente señalizado); desde allí se encamina, tras el ameno periplo, a la estación desde la que partió. Todo estaba por lo tanto dispuesto para que la tempo-rada estival ferroviaria fuera un perfecto éxito, como lo ha sido siempre mientras un servidor se ha ocupado de la gerencia de este servicio. Por desgracia, el mismísimo día de la inauguración, con todos los viajeros acomodados ya en los preciosos vagones rojos, con el maquinista y su ayudante haciendo rugir nuestra poderosa locomotora Roco, y con nuestro jefe de estación haciendo las señales correspondientes con su banderín rojo y su gorra fabulosa, mi subalterna, Violeta González, se empeñó en que una señorita llama-da Barbie subiera al tren, aunque era obvio que no se ajustaba a la escala H0 (1:87; 11,5 mm = 1 m) y, ade-más, iba ataviada con un vestido de bailarina completa-mente inapropiado. Ante mi rotunda negativa a autorizar a semejante viajera, mi subalterna me amenazó —sir-viéndose de los peores modales imaginables— con decír-selo a su madre. Ante tan terrible contingencia, admití a la monstruosa viajera, a la que colocamos a horcajadas encima del segundo vagón. Aún no había silbado el vapor de nuestra locomotora, cuando mi subalterna colocó a un Niño Jesús despro-porcionado en el prado de las vacas coloradas y sugirió la posibilidad de poner al rey Herodes de Palestina a la salida del túnel para que lo atropellara el tren al hacer su ruta. Los pasajeros empezaban a protestar por el retraso mientras mi subalterna y yo debatíamos acaloradamente todas estas circunstancias. Finalmente, el tren partió, pero enseguida se que-dó encallado en el desolladero por culpa de la señorita Barbie, cuyas piernas escuálidas y abiertas por encima del vagón se clavaron en los laterales del paso estrecho, impidiendo la marcha de nuestra locomotora. (De todos modos, no habría podido continuar el viaje, porque un poco más allá, en medio de la vía, había un Tiranosaurus Rex tan grande como el Niño Jesús). Cuando acudí al lugar del desastre, dando voces, me percaté de que, en el mirador, Mizi estaba devorando a un desprevenido turis-ta que, embelesado con el paisaje, no vio venir al mons-truoso gato… Todos estos lamentables sucesos, y otros que no cuen-to por no alargarme, han impedido que la temporada estival de nuestro Tren Turístico comience con la regu-laridad acostumbrada. Estoy no obstante seguro de que, en cuanto empiece el curso escolar, nuestra querida locomotora 80-DB 63338 Roco, con sus cuatro vagones rojos, volverá a recorrer Peña Horadada con la majestuo-sidad y la elegancia de siempre.