+de 200 KM/H Casa-museo de Salvador Dalí: © Andia/Getty PORTLLIGAT-CADAQUÉS Este año se cumplen 90 años desde que Dalí pintara una de sus primeras obras surrealistas, La persistencia de la memoria, un cua-dro pequeño, apenas del tamaño de un folio, que el pintor presen-tó en 1931 en su primera exposición individual en la galería Pierre Colle, de París. Seguir leyendo Un obra arquitectónica en movimiento. La Casa-museo de Dalí en Portlligat vivió una continua mutación mientras el artista vivía allí. Su icónica escultura-huevo es visible desde la costa. La obra, también conocida como Los relojes blandos, quizás constituya una de las más personales expresiones de Dalí, que juega en ella con el espacio-tiempo, pero también con uno de sus más íntimos paisajes, que reproduce en el cuadro: uno de los cabos de la escarpada costa del Cabo de Creus, quizás de la isla de Portlligat, frente al lugar que se convertiría en su única residencia estable, la actual Casa-Museo del mismo nombre, muy cerca de Cadaqués, donde había nacido su padre. La voz secreta de la intimidad “Para escuchar mi voz secreta –escribió Dalí en 1973–, pri-mero tiene que haberse escuchado durante mucho tiempo el canto del viento en la punta de las rocas pirenaicas. […] Este cabo, extremidad de Cataluña, es uno de los lugares subli-mes donde alienta el espíritu sagrado”. Allí, lo que en 1930 era una pequeña barraca de pescadores, se convertiría con los años en su espacio más personal. Jordi Artigas, coordinador de las Casas-museo de Dalí desde 1996, considera el lugar uno de los rincones más singulares del Mediterráneo: “La Casa-Museo es el lugar donde Dalí vivió y trabajó hasta 1982, ¡el taller de su vida! Pero también es la casa diseñada por el artis-ta, un lugar que fue creciendo y cambiando, lo que la convierte en una pieza arquitectónica única, de estructura laberíntica y estética mediterránea, que permite vivir en primera persona la evolución del artista y su personalidad. Cada uno de los obje-tos que contiene, pinceles, paletas, prototipos, modelos, libros, mobiliario, recuerdos… nos habla de cómo vivía, cómo traba-jaba, cómo interactuaba con el mundo y en qué se inspiraba. Es el único espacio daliniano entre el mar, el cielo, los olivos, los bancales de piedra seca, las rocas multiformes y, como dice el propio Dalí, la “luz de la eternidad”. Una luz que sigue motivando a artistas y creadores, que conti-núan haciendo de Cadaqués y su entorno un lugar tocado por la magia. Así lo creen Oriol Castro, Mateu Casañas y Eduard Xatruch, tres chefs que se conocieron hace veinte años en la cocina de elBulli y que en 2012 se asociaron para abrir en la localidad el restaurante Compartir. Tienen claro qué postre prepararían para Dalí: su Omelette surprise con piña, sorbete de mango y una espuma fría de coco.